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Historia

La historia está llena de tópicos. Los estudios sobre la historia del valle y posteriormente villa de Legazpia o Legazpi no se libran de esta afirmación.


Sin embargo, no parece que sea un tópico el comenzar este breve resumen de la historia de Legazpi diciendo que antes de la llegada del cristianismo a estas tierras, según la creencia popular, los primeros pobladores de las zonas altas del valle de Legazpi fueron los "gentiles" (denominación asignada a las gentes no cristianas en aquellas fechas, según mitos y leyendas). Esta afirmación está corroborada documentalmente (sobre todo, en pleitos referentes a al templo parroquial) donde se cita que desde "tiempos antiquísimos" las ferrerías del valle recibían el nombre de "gentileches" o "gentilulas". Los gentiles eran conocedores del secreto de la obtención del hierro, y éste lo conseguían en las "haizeolas", o "ferrerías de viento", instaladas en las partes altas de los montes. Y, aunque hasta la fecha no se han encontrado restos de estas "haizeolas", creemos que debían ser hornos muy elementales, de forma ligeramente troncocónica, donde se obtenía poca cantidad de hierro y de calidad muy irregular. Hoy en día el vestigio de estos primitivos hornos lo constituyen las "zepadiak" o "escoriales", donde se han hallado restos de carbón vegetal que han sido analizados químicamente y dan una fecha que nos retrotrae hasta el año 1080, aproximadamente. Estos escoriales aparecen en varios lugares de nuestro actual término municipal: Larrosain, Salibieta, Otañu, Teniola, Basaundi, Biurrain, Aizaleku, Korta,etab.


Pero también tenemos en Legazpi otra prueba de la antigüedad de su poblamiento, como es la de los "túmulos" o "harrespilak" que se han conservado en Arrolamendi-Udana, Oamendi, o Aizkorri. Ello nos habla de una cultura pastoril hace 4000 años más o menos, es decir, de la época neolítica, que es cuando se comenzó con la cría de ganado y con el cultivo de plantas, además de ser el momento en que se experimentó la cultura megalítica, coincidiendo con el comienzo de la metalurgia. En Legazpi, uno de los primeros en darse cuenta de la importancia de estos túmulos fue Saturnino Tellería, (1880-1947), conocido popularmente como el "médico viejo", quien los excavó por su cuenta los de Arrolamendi.


No pretendemos dilucidar la cuestión de quienes fueron los primeros pobladores de Legazpi, si bien la antigüedad del trabajo férrico en el valle está científicamente constatada, y los mismos "olagizon" o "ferrones", en pleitos muy tempranos con los "baserritarrak" o "caseros" (el primero data de 1412) aducen su antigüedad y condición de primeros pobladores del valle. Sin embargo, esto no nos puede llevar a la exclusión del baserritarra o ganadero-agricultor como morador desde tiempos antiguos del valle. Prueba de ello, si bien hasta la actualidad en nuestro pueblo poco estudiada, la tenemos en la existencia de "sarobeak" o "seles", los cuales podían dividirse en seles de verano o de invierno, y que no eran más que prados redondos cercados alrededor de una piedra cenizal, situada en el medio del sel o "hausterratza": se ha demostrado que dichos seles son vestigios muy antiguos ( 0-200 d. C.).
Ante la inmensa y clamorosa falta de datos sobre la época, podemos suponer que, a medio camino entre la cooperación y la ocupación, los baserritarras comenzaron a ocupar las tierras que tenían poco interés para los ferrones, los cuales eran los dueños de los montes y campos de Legazpi. Así, en 1412, en el convenio hecho entre los caseros y los señores de ferrerías del valle de Legazpi, sobre el aprovechamiento de los montes del dicho valle, acordaron que los señores de los caseríos pudiesen labrar y plantar en las tierras abiertas que hasta entonces se solían labrar, pero no lo podían hacer en las que no fuesen abiertas ni labradas.


Los ferrones buscaban que no se extendieran las zonas dedicadas a la agricultura y el pastoreo, puesto que ello reducía las zonas boscosas, y la madera era un elemento necesario en la ferrería: para obtener una tonelada de hierro eran necesarias dos toneladas de carbón de madera, y para obtener dos toneladas de carbón hacían falta cuatro de madera.


Estos dos grupos estaban regidos por diferentes códigos de leyes: los ferrones contaban con los fueros de las ferrerías (1338), que marcaban sus privilegios desde tiempos inmemoriales, sobre todo en lo referente a la posesión de tierras, aunque, pasando el tiempo, los nobles pusieron su vista sobre ellos. El resto de habitantes de la zona, sin embargo, se sujetaba a las leyes que regían el común del realengo rural, en el que los nobles imponían su ley, al menos en primera instancia, puesto que aún no se había conseguido el status de villa real (pues las villas reales estaban bajo el realengo urbano, y bajo una más directa protección del Rey).


Fue así como a finales del siglo XIV se produjo un hecho fundamental en la historia de Legazpi: la anexión del valle a la jurisdicción de la villa de Segura (hecho producido en 1384). Eran tiempos de inestabilidad, causada por los malhechores de la frontera con Navarra y, por otro lado, por las constantes fechorías de los Parientes Mayores o banderizos de la época. No había una autoridad fuerte para reprimir el mal, por lo que las pequeñas poblaciones creyeron poder salvar su dignidad y sus derechos uniéndose a otras más fuertes, como era el caso de la villa de Segura, que contaba con muralla y estaba armada. Del mismo modo y en el mismo año se unieron a Segura otras siete "universidades", "colaciones" o "lugares": Mutiloa, Idiazabal, Zegama, Zerain, Ormaiztegi, Gudugarreta y Astigarreta. En el convenio de sumisión de Legazpi, ambas partes declararon que la unión se hacía "sin premio ni fuerza", sino libremente. Prueba de ello es que los legazpiarras se reservaban todos los bienes, así montes y tierras como seles, aguas, pastos, prados y hierbas, pudiendo hacer con ellos libremente el uso que estimasen conveniente, sin intervención de Segura, y con la misma libertad que tenían antes de la unión. Solamente quedaban subordinados, con respecto a la villa que les acogía, en la jurisdicción civil y criminal, es decir, en el deber de ser juzgados por el Alcalde de Segura, aunque se estableció que nuestra población contara con un Jurado mayor. Además, Legazpi debía contribuir con su parte a las derramas o repartimientos de impuestos que correspondían a la cada vez mayor villa de Segura.


Anterior a este hecho documentado conocemos la existencia del lugar de Legazpi en el privilegio o carta-puebla que dio el rey Sancho IV en Gasteiz-Vitoria el 18 de abril de 1290. Dice así: "E por les hacer mas bien o mas merced, tengo por bien que las ferrerías que son en Legazpia masuqueras, que están en yermo, e les hacen robo los malos homes e los robadores que vengan mas cerca de la villa de Segura e las pueblen, que sean mas abonadas e mas en salvo". Es así como el nombre de Legazpi(a) entra en la historia escrita.


Es a principio del siglo XV cuando nuestra población se configura territorialmente. Por estas fechas se establecieron una serie de agrupaciones entre las aldeas para el uso colectivo de los montes de Altzania en las que participaron Segura, Legazpi, Zegama, Zerain e Idiazabal.
En 1430, a causa de los continuos pleitos entablados sobre los montes, principalmente por los dueños de caserías y ferrerías del valle de Legazpi, se llevó a cabo una separación y amojonamiento de los términos situados al Norte del cordal montañoso de Aizkorri: la zona Norte circundante al valle de Legazpi, necesaria para proveer de carbón a sus ferrerías, quedó privativamente incluida conformando el término propio del valle de Legazpi, mientras que los recursos de los montes situados más al Sur quedaron reservados a Segura y a las cuatro vecindades antes mencionadas, que adquirieron posteriormente el nombre de Comunidad de Aiztondo y Goiburus. Fue la posesión y aprovechamiento de estos terrenos lo que ocasionó que durante los siglos XV y XVI se originasen numerosos problemas y conflictos.


Hasta 1.608 (224 años duró la anexión del valle de Legazpi a la villa de Segura) muchos fueron los litigios y diferencias entre los dos lugares. El capítulo de agravios presentado por Legazpi contra Segura es extenso, y en él se pueden citar los continuos repartimientos de la villa contra los vecinos del valle, así como la pretensión de Segura de obligar a los legazpiarras a acudir a la villa para tomar parte en los alardes, o la de que el hierro legazpiarra saliera por San Adrián para abonar las tasas aduaneras, o el mismo conflicto que surgió por las honras funerarias de Felipe II en 1.598.
Antes de 1.608, en 1.564 o 1.569, acudió nuestra población ante el Consejo Supremo de Castilla con la intención de conseguir la independencia, y aunque este Tribunal escuchó sus demandas, Segura consiguió, con la ayuda de la Provincia, que no se llevaran a efecto por el temor que otras cincuenta vecindades o colaciones siguieran el mismo camino.


En 1.608 , aprovechando la crisis fiduciaria de la Corona española, Legazpi presentó su intención de eximirse de la jurisdicción de Segura ante el Consejo de Hacienda, que no dejó la ocasión de embolsarse una buena cantidad de dinero (20 ducados por vecino y 300 ducados por cada una de las Escribanías). El Consejo dio poder al Doctor Collado, juez de comisión, para que ejecutara la exención, y así lo hizo. La villa de Legazpi conseguía su propia jurisdicción, mero y mixto imperio, pudiendo elegir su Alcalde y mandatarios, pudiendo mandar también su Procurador a las Juntas Generales de la Provincia.
Pero Legazpi, en el apartado económico, atravesaba en el momento de la consecución de su independencia una crisis que le llevó a una profunda decadencia: la calidad y precio del hierro venido de Europa había acabado casi totalmente con las viejas ferrerías, y la industria del hierro estaba de capa caída.
Respecto al tema de las ferrerías, en el siglo XIV se comenzó a utilizar la fuerza del agua para accionar el martillo y los fuelles. Como consecuencia de dicho adelanto, las haizeolas fueron abandonadas, y las orillas del río Urola comenzaron a poblarse con modernas ferrerías de agua (Brinkola, Olazarra, Elorregi, Mirandaola, Olaberria, Bikuña, Plazaola, Bengolea...), que conseguían una producción mucho mayor.


En este contexto tuvo lugar el suceso de Mirandaola: en mayo de 1.580, varios ferrones se quedaron a trabajar en domingo. Tras introducir en el horno mineral y carbón como para realizar una colada de 250 kilos, y después de trabajar durante cinco horas, tan solo obtuvieron un pequeño pedazo de hierro de seis kilos de peso, en forma de cruz. En 1.633 el obispo de Pamplona declaró el hecho como milagroso. No podemos imaginarnos, ante la falta de documentación muy interesante, qué pudo significar, en verdad, este suceso, pero sí que sabemos que se produjo en un contexto en que la ferrería legazpiarra estaba viendo ya los primeros pasos de una profunda crisis (si durante el siglo XV funcionaron más de veinte ferrerías, durante el siglo XVII, muchas menos seguían en marcha, y la decadencia del sector ferrón continuó, ya que los años finales del siglo XIX fueron testigos de la última ferrería legazpiarra -Bengolea- que, al igual que sus antecesoras, fue "reconvertida" en molino para la obtención de harina). Los ferrones fueron alquilando o vendiendo a los baserritarras los terrenos y bosques que con tanto ahínco habían defendido, y ellos mismos comenzaron a dedicarse a las labores del caserío, desestructurándose así un complejo organigrama social propio.


Aunque urgen los estudios sobre el siglo XVIII, nos atrevemos a decir que, a pesar de su aparente calma, fue un siglo de cambios: hay que recordar que en 1.700 se inició la reconstrucción de la "ruinosa" iglesia anterior, la cual se concluyó hacia 1.720, y diez años después se comenzó la obra de la actual Casa Consistorial. También a principios del siglo -1.705- se redactaron las nuevas Ordenanzas de la villa, por estar obsoletas las redactadas en 1.533. Pero, no obstante estas adiciones, a finales de este siglo Legazpi perdió una gran oportunidad para su desarrollo social y económico, al quedar físicamente desplazada por la decisión de que el camino de coches dentro del eje Madrid-Irún no atravesara el término municipal.


La primera mitad del siglo XIX es el periodo de la Guerra de Independencia y de la Primera Guerra Carlista, en las cuales la hacienda municipal sufrió mucho por la enajenación de terrenos concejiles para hacer frente a los gastos bélicos. Fue a partir de 1.850 cuando Legazpi recobró algo de su auge anterior por el inicio de la construcción del ferrocarril del Norte (1.862) y, sobre todo, recobró la importancia de anteriores tiempos a principios del siglo XX, con la creación por parte de Patricio Echeverría de su fábrica en 1.908 con doce trabajadores. Desde el principio se dedicó a la fabricación de herramientas, pero poco a poco fueron diversificándose sus actividades, hasta convertirse en la industria más importante de la villa.


A partir de 1.930 con la estructuración de la vía A-B, o actual Kale Nagusia, se comenzó el verdadero desarrollo urbanístico de la villa, surgiendo en posteriores decadas los barrios obreros (San Ignacio, San Juan...), promovidos por la figura de Patricio Echeverría.
Pero antes la Guerra Civil también afectó a la villa. Los "nacionales", a los dos meses del comienzo de la guerra, ocuparon el pueblo, siendo militarizada la fábrica de Patricio Echeverría. Fueron años difíciles.


Sin embargo, al acabar la guerra, la villa prosperó y surgieron importantes industrias como PESA, Electromagnética, plásticos, Papelera,... Estas fábricas atrajeron una gran cantidad de inmigrantes, sobre todo a partir de 1.955, procediendo los primeros de los pueblos agrícolas cercanos, acudiendo posteriormente navarros y alaveses, y, finalmente, gente procedente de León, Extremadura y sobre todo Burgos. Así, de los 1.246 habitantes que conformaban nuestra población en 1.900, se pasó a 10.588 habitantes en 1.980, aunque a partir de este año, por efectos de la grave crisis sufrida en la economía, los índices demográficos han comenzado a disminuir.